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Pues ¿cómo podré soportar la desgracia que está por caer sobre mi pueblo, y cómo podré salvarme, si mi patria va a ser destruida?

El rey contestó entonces a Ester:

—Yo te he dado ya los bienes que eran de Amam, y a éste lo hice colgar en la horca por haber atentado contra la vida de los judíos. Si quieres algo más, los autorizo a escribir, en mi nombre, lo que mejor les parezca. ¡Y sellen las cartas con el sello real, pues una carta firmada en nombre del rey y sellada con mi sello no se puede anular!

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